Era el 15 de abril de 2019, las siete menos cuarto de la tarde y me bajaba del bus nº69 a la altura del Hôtel de Ville, sí, el famoso Hôtel de Ville de París de la foto del beso de Robert Doisneau.
Me había inscrito a un proceso selectivo para trabajar en las salas del algún museo de la ciudad, así que debía comprobar mi nombre en las listas de admitidos. Mientras sacaba una foto a la información con mi teléfono móvil, pensaba en la tarde tan buena que hacía, volvería caminando a casa como hacía muchas veces, cruzaría el río por la Île Saint Louis, de ahí pasaría a la trasera de la catedral por Île de la Cité y cruzaría el puente hasta adentrarme en el Barrio Latino. Qué suerte tenía de vivir en un sitio tan bonito y con tanta historia.
De repente se escucharon unas voces a mi alrededor, unos gritos: “Le fou ! Il y a un fou !”
.- ¿Fuego?- me dije. Parecía que había un incendio, giré la mirada y no, no podía ser verdad, esas llamas no podían estar saliendo de ahí. No daba crédito a lo que veía, empecé a acercarme al río, al igual que hacía todo el mundo, el tráfico se paró y los conductores salieron de sus coches, la gente rumoreaba: “quizá se trate de unos edificios más atrás y nos estemos confundiendo”.
Llegué al Pont de l’Archevêché, ese era el mismo recorrido que pensaba hacer para llegar a casa, pero nunca pensé que en esas condiciones. Efectivamente, mis sospechas se confirmaban, no lo podía creer, lo que jamás pensé que llegaría a ver en esta ciudad estaba ocurriendo, quizá era un mal sueño. De todos los sitios en los que podía haber estado ese día y a esa hora, y sin embargo me encontraba ante lo inaudito para cualquier parisino, para cualquier extranjero que se deleita con la arquitectura de París y para cualquier persona que ama el arte y la cultura. Sí, señores, como ya se imaginan, la techumbre de la Catedral de Nôtre Dame se encontraba envuelta en llamas ante mis ojos incrédulos.
El espesor de la columna de humo amarillento que producía el plomo no se puede explicar con palabras. Aún la policía no había comenzado a despejar la zona, así que empecé a avanzar hasta llegar al famoso Puente del Amor, el Pont de Louis Philippe. Todo París sabe que desde aquí se sacan las mejores fotos de la catedral, pero yo estaba sacando la más terrible de todas.
Cada vez llegaban más personas a la inmediaciones, de la sorpresa pasaban a la tristeza, todo el mundo lloraba y estaba afligido. Sirenas y sirenas de bomberos, pero nadie excepto ellos podíamos hacer nada. Estábamos parados, era imposible mover los pies y quitar la vista de ese espeluznante fuego y además, sabíamos que algo terrible iba a ocurrir muy pronto porque la situación era insostenible, ese fuego arrollador avanzaba y arrasaba a gran velocidad. Finalmente la flecha se derrumbó, ya no podía seguir viendo aquello.
Había gente que decía que podía tratarse de un atentado, me asusté un poco. Además se me había acabado la batería del móvil, y para entonces, todo el mundo sabría lo que estaba aconteciendo en París y seguramente mi madre y mi hermana estarían intentando ponerse en contacto conmigo, ellas conocían París y la proximidad del Hôtel de Ville a Nôtre Dame, y también que yo me encontraba allí para mirar la dichosas listas de admitidos, así que regresé caminando a casa. El humo envolvía el cielo de toda la ciudad.
Si ese día al llegar a mi apartamento alguien me hubiese dicho que, un año más tarde, las obras de restauración de la catedral se iban a detener a causa de un virus, y que este causaría una pandemia global que iba a procurar un confinamiento en el planeta, hubiese pensado que todo era una auténtica locura y nos estábamos volviendo completamente locos. Pero ya ven, parece que nada en este mundo es imposible.
Bueno, el final del incendio todos lo conocen, un tercio del armazón completamente destruido, la techumbre, conocida como “El Bosque” devorada por las llamas, una gran parte de las bóvedas muy tocadas y las vigas reducidas a cenizas, así como las 400 toneladas de plomo que constituían la techumbre y la flecha. Unas 1300 obras de arte fueron trasladadas al Museo del Louvre y a diversos almacenes especializados para su restauración y preservación.
Uno de los trabajos que más dificultad generó fue el desmontaje del antiguo andamio, como saben, en el momento del incendio la techumbre se encontraba en proceso de restauración. Fue una operación compleja que requirió de un espectacular proceso protocolario.
La semana pasada, en concreto el Viernes Santo, veíamos como Michel Aupetit, arzobispo de París, celebraba la Misa de Semana Santa en el interior de la Catedral, estaba acompañado de unas seis personas más, pues todavía hay riesgo de que caigan piedras de la techumbre.
En principio las obras se han interrumpido a causa de la crisis sanitaria del coronavirus, pero se cree que esto no retrasará su apertura para la fecha establecida por el gobierno de Emmanuel Macron. Se prevé que para el 16 de abril de 2024 Nôtre Dame vuelva a iniciar el culto a los visitantes.
No sé cuándo podré volver a París, ni tan siquiera si llegaré a hacerlo, pero siempre echaré de menos los paseos por sus alrededores, mirar las torres de la catedral desde la ventana de Shakespeare&Company y los conciertos gratuitos de órgano todos los sábados a las 20h00 en invierno, cuando ya no había turistas formando enormes colas para entrar a Nuestra Señora.
Si tienes la suerte de haber vivido
en París cuando joven, luego
París te acompañará, todo el resto de tu vida,
ya que París es una fiesta que nos sigue.
París era una fiesta.
Ernest Hemingway
Envío desde aquí un cariñoso saludo a los lectores de CanarizArte, mi más sentido pésame aquellas personas cuyos familiares nos han dejado por culpa del coronavirus y mucha fuerza para todos aquellos que siguen confinados en casa.
Marta Ruzafa
Historiadora del Arte